El
texto La Llegada, que escribí hace unos años, forma parte del libro Cuentos obstinados,
un compilado de relatos realizado por Marita Rodríguez-Cazaux y publicado por
la Editorial Dunken a través del Proyecto Literario, ROI (Recepción de Obras Inéditas).
La
presentación oficial se realizó el 5 de agosto de 2018 en la ciudad de Buenos Aires en
las instalaciones de la editorial, aunque llegaron algunos ejemplares a mis manos el 15
de agosto a través de correo postal.
LA LLEGADA
por
David Eugenio Maximiliano Capilla
Entre
Ríos
Era
uno de esos días de verano en los que el calor y la humedad partían la tierra,
donde solo se espera la noche para el mejor plan: la cena, que humeante se
acercaba. Víctor estaba con su familia en el patio de su casa. Dana y Eugenio,
sus padres, jugaban con Francisco, su nieto.
El
menor de la familia siempre se destacó por ser inquieto y muchas veces absurdo.
Esta vez contemplaba a su sobrino jugar con sus padres desde la escalera de la
casa. La escena que miraba la relataba en su teléfono a su novia.
En
un instante y como si fueran cientos de cristales que se reflejan por la luz
del sol en la pared de un museo comenzó algo a lo cual Víctor denominó…
–¡Ey,
vengan a ver la lluvia de estrellas!
Ante
tan extraño alarido, Dana y Eugenio no dudaron en subir rápidamente.
Todos
miraban al cielo, los tenues flashes desaparecían en algún lugar del horizonte.
Víctor se dio cuenta que tenían un punto en común, una génesis; además de
alertar que la secuencia se repartía por todo el cielo, que lento y feroz,
comenzaba a enrojecerse como nunca.
Al
cabo de unos minutos, las estrellas empezaron a dejar de lado sus colores y sus
caídas imperfectas para transformarse en un movimiento espiralado constante de
sospechosa blancura, casi hipnótico.
Desesperadamente,
Víctor intentó contarle a su pareja lo que ocurría en su cielo, pero el
teléfono no respondió, se miraron preocupados, sospecharon que cada familia
estaría viviendo lo mismo: temor por los suyos. Ya no hubo más sonrisas ante el
fenómeno estelar, la preocupación invadió cada arteria.
***
Lejos
en el horizonte, se divisó un objeto oscuro, detrás de él siete cuerpos más
descendieron para alinearse como cola de cometa. Velozmente, uno se impulsó
hacia el frente y lo rodeó.
El
miedo invadió nuevamente, no sabían qué pensar, el movimiento se repitió en cada
centro de aquellos espirales. Muchos corrían, pero la mayoría sabía que no
había escapatoria. Observaron paralizados los más sabios.
“Morir,
vivir, marchar”, pensó Víctor. Su mamá y su papá bajaron con Francisco en sus
manos, lloraban paralizados en el patio. La televisión no andaba. Víctor se
apoyó contra la medianera sobre el último escalón. Luego, confirmó
y le pidió a Eugenio que le alcanzara al pequeño Fran, lo tomó fuerte en sus
brazos.
–
¿Qué hacemos? –dijo su mamá, triste.
Eugenio
agotado, caído, solo pudo responder con un abrazo agónico.
***
Ya
no había escapatoria, solo esperar. Una nave madre pareció instalarse sobre la
cabeza de Víctor, de ella bajó un hombre desnudo, de buen físico, más amarillo
de lo normal. Sus piernas, sus brazos, sus gestos, sus respiraciones: inertes.
Estaba
sentado en una silla de metal que se movía por impulsos eléctricos.
Se
acercaron los vecinos.
Todos
los movimientos eran lentos, el tiempo se había detenido. Ese hombre de tenaz
figura se acercó al grupo y comenzó a extender su mano.
–
¿Nombre?
–
Juan Cosenza.
Desembocó
su mirada en la de Víctor, penetró en sus ojos. Francisco prefirió no mirar. Se
aferró más a él, clavó sus dedos en la espalda de su tío como las garras del
tigre en su presa.
Un
movimiento más…
–
¿Nombre?
–
Víctor Rosso –tembloroso, extendió su mano.
Francisco
estalló en llanto. Sus alaridos perforaron los tímpanos de sus allegados.
***
En
el horizonte las naves empezaron a subir lentamente. Intensa fue, entonces, la
luz de la luna, que ya no se mostró gris sino amarilla.
Víctor
lo vio marcharse, cuando todo pareció dilatarse corrió hasta el living de su
casa, agarró el teléfono para llamar a su amada, levantó el tubo y un ardor
invadió su cuerpo. Bruscamente lo azotó.
Su
celular no funcionó. No cantaron los pájaros, el viento no sopló y el sonido de
los motores no se oyó. Desde la vereda a oscuras, la comunidad esperó… sin
señal, con aviones que caían en picada, reinó la incomunicación, la oscuridad y
la incertidumbre. La incomodidad.
***
Cuando
todo parecía terminar, desde el cielo la última nave pareció arrepentirse, bajó
en caída libre y depositó sobre el techo de la iglesia una antena, la soltó. La
misma se afirmó a los pocos segundos. A gran velocidad, la rezagada subió sin detenerse
hasta perderse en aquel rojo infinito.
---
---
Cuentos obstinados / Alicia Danesino ... [et al.]
Compilado por Marita Rodríguez - Cazaux.
Coodinación general de Sabrina Mariel Vega.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Dunken 2018.
208 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-763-583-6
1. Cuentos. I. Danesino, Alicia II. Rodríguez-Cazaux, Marita, comp. III. Vega, Sabrina Mariel, coord.
CDD A863
---
Compilado por Marita Rodríguez - Cazaux.
Coodinación general de Sabrina Mariel Vega.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Dunken 2018.
208 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-763-583-6
1. Cuentos. I. Danesino, Alicia II. Rodríguez-Cazaux, Marita, comp. III. Vega, Sabrina Mariel, coord.
CDD A863
---
No hay comentarios:
Publicar un comentario