martes, 21 de agosto de 2018

La llegada forma parte del libro Cuentos obstinados


El texto La Llegada, que escribí hace unos años, forma parte del libro Cuentos obstinados, un compilado de relatos realizado por Marita Rodríguez-Cazaux y publicado por la Editorial Dunken a través del Proyecto Literario, ROI (Recepción de Obras Inéditas).


La presentación oficial se realizó el 5 de agosto de 2018 en la ciudad de Buenos Aires en las instalaciones de la editorial, aunque llegaron algunos ejemplares a mis manos el 15 de agosto a través de correo postal.


LA LLEGADA
por David Eugenio Maximiliano Capilla
Entre Ríos
Era uno de esos días de verano en los que el calor y la humedad partían la tierra, donde solo se espera la noche para el mejor plan: la cena, que humeante se acercaba. Víctor estaba con su familia en el patio de su casa. Dana y Eugenio, sus padres, jugaban con Francisco, su nieto.
El menor de la familia siempre se destacó por ser inquieto y muchas veces absurdo. Esta vez contemplaba a su sobrino jugar con sus padres desde la escalera de la casa. La escena que miraba la relataba en su teléfono a su novia.
En un instante y como si fueran cientos de cristales que se reflejan por la luz del sol en la pared de un museo comenzó algo a lo cual Víctor denominó…
–¡Ey, vengan a ver la lluvia de estrellas!
Ante tan extraño alarido, Dana y Eugenio no dudaron en subir rápidamente.
Todos miraban al cielo, los tenues flashes desaparecían en algún lugar del horizonte. Víctor se dio cuenta que tenían un punto en común, una génesis; además de alertar que la secuencia se repartía por todo el cielo, que lento y feroz, comenzaba a enrojecerse como nunca.
Al cabo de unos minutos, las estrellas empezaron a dejar de lado sus colores y sus caídas imperfectas para transformarse en un movimiento espiralado constante de sospechosa blancura, casi hipnótico.
Desesperadamente, Víctor intentó contarle a su pareja lo que ocurría en su cielo, pero el teléfono no respondió, se miraron preocupados, sospecharon que cada familia estaría viviendo lo mismo: temor por los suyos. Ya no hubo más sonrisas ante el fenómeno estelar, la preocupación invadió cada arteria.
***
Lejos en el horizonte, se divisó un objeto oscuro, detrás de él siete cuerpos más descendieron para alinearse como cola de cometa. Velozmente, uno se impulsó hacia el frente y lo rodeó.
El miedo invadió nuevamente, no sabían qué pensar, el movimiento se repitió en cada centro de aquellos espirales. Muchos corrían, pero la mayoría sabía que no había escapatoria. Observaron paralizados los más sabios.
“Morir, vivir, marchar”, pensó Víctor. Su mamá y su papá bajaron con Francisco en sus manos, lloraban paralizados en el patio. La televisión no andaba. Víctor se apoyó contra la medianera sobre el último escalón. Luego, confirmó y le pidió a Eugenio que le alcanzara al pequeño Fran, lo tomó fuerte en sus brazos.
– ¿Qué hacemos? –dijo su mamá, triste.
Eugenio agotado, caído, solo pudo responder con un abrazo agónico.
***
Ya no había escapatoria, solo esperar. Una nave madre pareció instalarse sobre la cabeza de Víctor, de ella bajó un hombre desnudo, de buen físico, más amarillo de lo normal. Sus piernas, sus brazos, sus gestos, sus respiraciones: inertes.
Estaba sentado en una silla de metal que se movía por impulsos eléctricos.
Se acercaron los vecinos.
Todos los movimientos eran lentos, el tiempo se había detenido. Ese hombre de tenaz figura se acercó al grupo y comenzó a extender su mano.
– ¿Nombre?
– Juan Cosenza.
Desembocó su mirada en la de Víctor, penetró en sus ojos. Francisco prefirió no mirar. Se aferró más a él, clavó sus dedos en la espalda de su tío como las garras del tigre en su presa.
Un movimiento más…
– ¿Nombre?
– Víctor Rosso –tembloroso, extendió su mano.
Francisco estalló en llanto. Sus alaridos perforaron los tímpanos de sus allegados.
***
En el horizonte las naves empezaron a subir lentamente. Intensa fue, entonces, la luz de la luna, que ya no se mostró gris sino amarilla.
Víctor lo vio marcharse, cuando todo pareció dilatarse corrió hasta el living de su casa, agarró el teléfono para llamar a su amada, levantó el tubo y un ardor invadió su cuerpo. Bruscamente lo azotó.
Su celular no funcionó. No cantaron los pájaros, el viento no sopló y el sonido de los motores no se oyó. Desde la vereda a oscuras, la comunidad esperó… sin señal, con aviones que caían en picada, reinó la incomunicación, la oscuridad y la incertidumbre. La incomodidad.
***
Cuando todo parecía terminar, desde el cielo la última nave pareció arrepentirse, bajó en caída libre y depositó sobre el techo de la iglesia una antena, la soltó. La misma se afirmó a los pocos segundos. A gran velocidad, la rezagada subió sin detenerse hasta perderse en aquel rojo infinito.

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Cuentos obstinados / Alicia Danesino ... [et al.]
Compilado por Marita Rodríguez - Cazaux.
Coodinación general de Sabrina Mariel Vega.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Dunken 2018.
208 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-763-583-6
1. Cuentos. I. Danesino, Alicia II. Rodríguez-Cazaux, Marita, comp. III. Vega, Sabrina Mariel, coord.
CDD A863
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