Existen múltiples aspectos que generan que la educación sea una práctica social y compleja; de hecho, está tan atravesada por estas categorías que lo cotidiano la vuelve vulnerable. En cada inicio de jornada son destacadas las problemáticas que la envuelven, si alguien faltó y dejó su lugar vacío es por algo, “la complejidad deviene de escenarios singulares”.
Así, este término, complejidad, surge en este entorno simplemente porque la escuela es una institución conformada por sujetos, y cada sujeto es parte de una realidad única. Por este camino, también podemos decir que cada escuela, en cada barrio, en cada ciudad y en cada provincia plantea una lógica particular de trabajo.
De esta manera, los ideales del hecho educativo quedan obsoletos porque, volviendo al principio del relato, qué contenidos matemáticos o físicos se le pueden dar a un niño que fue abusado, qué reflexión puede tener una estudiante que la noche anterior observó una situación violenta en su hogar. La realidad es compleja y la escuela es parte de la realidad.
Los conflictos, las problemáticas, las dificultades o como sea mejor denominarlas son varias, inclusive la de los docentes que no quedan exentos, como por ejemplo: la continua lucha por un salario digno, las condiciones de los terrenos, la puja por los caminos, las condiciones edilicias o los materiales didácticos. Si nos ponemos a enumerar estaremos un largo rato.
Además, no hay que olvidar la figura del docente, ese ser histórico que tendrá que buscar el equilibro a través de la praxis educativa. “La práctica docente es esencialmente una práctica humana. En ella, la persona del maestro como individuo es una referencia fundamental, puesto que la primera actuación del docente consiste en presentar su propia identidad a individuos cuya identidad tiene que contribuir a fortalecer”, expresa el material.
Entonces, este trabajo docente se desarrolla en un entorno histórico, político, social, geográfico, cultural y económico. “Este contexto supone un conjunto de escenarios y demandas para la escuela” que debemos comprender, y sin temor a afirmar, que la práctica educativa es social y compleja. Teniendo en cuenta estas dimensiones no nos queda más que reflexionar en comunidad y afrontar con total responsabilidad la realidad que nos atraviesa.
Finalmente, y a modo de ejemplo, se puede apelar a una pedagogía freireana para pensar la educación ante tantas dificultades y recordar que esta da poder (empodera) y libera (liberadora) a los niños, niñas y jóvenes y hasta puede mejorar sus condiciones de vida. En este sentido, Silvina Gvirtz, otra de nuestras autoras, señala que este término “es la capacidad de incidir en la conducta del otro para modelarla”. Entonces concluímos, que para tener un buen desempeño en nuestra actividad docente hace falta involucrarse más.
Así, este término, complejidad, surge en este entorno simplemente porque la escuela es una institución conformada por sujetos, y cada sujeto es parte de una realidad única. Por este camino, también podemos decir que cada escuela, en cada barrio, en cada ciudad y en cada provincia plantea una lógica particular de trabajo.
De esta manera, los ideales del hecho educativo quedan obsoletos porque, volviendo al principio del relato, qué contenidos matemáticos o físicos se le pueden dar a un niño que fue abusado, qué reflexión puede tener una estudiante que la noche anterior observó una situación violenta en su hogar. La realidad es compleja y la escuela es parte de la realidad.
Los conflictos, las problemáticas, las dificultades o como sea mejor denominarlas son varias, inclusive la de los docentes que no quedan exentos, como por ejemplo: la continua lucha por un salario digno, las condiciones de los terrenos, la puja por los caminos, las condiciones edilicias o los materiales didácticos. Si nos ponemos a enumerar estaremos un largo rato.
Además, no hay que olvidar la figura del docente, ese ser histórico que tendrá que buscar el equilibro a través de la praxis educativa. “La práctica docente es esencialmente una práctica humana. En ella, la persona del maestro como individuo es una referencia fundamental, puesto que la primera actuación del docente consiste en presentar su propia identidad a individuos cuya identidad tiene que contribuir a fortalecer”, expresa el material.
Entonces, este trabajo docente se desarrolla en un entorno histórico, político, social, geográfico, cultural y económico. “Este contexto supone un conjunto de escenarios y demandas para la escuela” que debemos comprender, y sin temor a afirmar, que la práctica educativa es social y compleja. Teniendo en cuenta estas dimensiones no nos queda más que reflexionar en comunidad y afrontar con total responsabilidad la realidad que nos atraviesa.
Finalmente, y a modo de ejemplo, se puede apelar a una pedagogía freireana para pensar la educación ante tantas dificultades y recordar que esta da poder (empodera) y libera (liberadora) a los niños, niñas y jóvenes y hasta puede mejorar sus condiciones de vida. En este sentido, Silvina Gvirtz, otra de nuestras autoras, señala que este término “es la capacidad de incidir en la conducta del otro para modelarla”. Entonces concluímos, que para tener un buen desempeño en nuestra actividad docente hace falta involucrarse más.
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